Si en tu enfermedad, debido al dolor extremo, te sientes impaciente, medita lo siguiente: 1. Que tus pecados merecen los tormentos del infierno; por lo tanto, puedes soportar con mayor paciencia estas correcciones paternas. 2. Que estos son los azotes de tu Padre celestial, y la vara está en su mano. Si de niño sufriste con reverencia las correcciones de tus padres terrenales, ¿cuánto más deberías ahora, siendo hijo de Dios, someterte al castigo de tu Padre celestial, viendo que es para tu bien eterno? 3. Que Cristo sufrió en su alma y en su cuerpo dolores mucho más graves por ti, por lo que debes sufrir más voluntariamente su bendito placer por tu propio bien (Isaías 53:3). Por lo tanto, dice Pedro: «Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pasos» (1 Pedro 2:21). Y «corramos con gozo la carrera que tenemos por delante, fijando la mirada en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz», etc. (Hebreos 12:1-...
«La ignorancia de la providencia es la mayor de todas las miserias, y su conocimiento es la mayor de las felicidades» (Instituciones, ed. de 1541, cap. 8). - Juan Calvino 1. Miedo, preocupación, ansiedad Cuando perdemos de vista el gobierno providencial y el cuidado paternal de Dios, nuestros corazones suelen verse invadidos por el miedo: miedo al hombre y miedo a las circunstancias. Comenzamos a imaginar un futuro sin Dios, en el que los peligros son reales, los resultados son inciertos y nadie tiene el control. La preocupación prospera en el terreno de la incredulidad. Jesús nos recuerda con delicadeza pero con firmeza que no debemos preocuparnos por el mañana, porque «vuestro Padre celestial sabe» (Mateo 6:32). Cuando olvidamos esto, cargamos con pesadas cargas que no nos corresponden, robándonos la paz del presente porque no confiamos en Dios para el mañana (Filipenses 4:6-7). La ansiedad, entonces, no es solo una lucha emocional, sino espiritual: un llamado a recordar quién...