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Como soportar las aflicciones

  "Hijo mío, no desprecies el castigo del Señor, ni desmayes cuando seas reprendido por él". - Hebreos 12:5 En segundo lugar. Procederé a probar que es la mejor sabiduría no despreciar los castigos de Dios, ni desmayar bajo ellos. No insistiré en la consideración de que es el consejo de la sabiduría suprema para nosotros, ni que es el evitar los extremos viciosos, que es el punto más importante de la prudencia moral: pero es la única manera de prevenir los mayores males que de otra manera nos acontecerán. Se dice que el que es prudente se beneficia a sí mismo, ya sea para obtener el bien o para evitar el mal. Ahora se verá cuán perniciosos son esos extremos, considerando; Job. 22:21. 1. El desprecio de los castigos nos priva de todos los beneficios que se pretenden con ellos. El fin de Dios en ellas es amargar el pecado a nuestro gusto, y hacernos renegar de ese veneno mortal: pues como, según las reglas de la física, los contrarios se curan con contrarios; así el pecado que

La aflicción obra para bien

La aflicción obra para bien, ya que es nuestro predicador y maestro: "Escucha la vara" (Miqueas 6: 9). Lutero dijo que nunca podría entender correctamente algunos de los Salmos, hasta que estuviera afligido. La aflicción enseña lo que es el pecado. En la palabra predicada, escuchamos lo terrible que es el pecado, que es a la vez contaminante y condenatorio, pero no le tememos más que a un león pintado; por lo tanto, Dios suelta la aflicción, y luego sentimos el pecado amargo como un fruto de la afliccion. Una enfermdad en cama a menudo enseña más que un sermón. ¡Podemos ver mejor el rostro feo del pecado en el espejo de la aflicción! La aflicción nos enseña a conocernos a nosotros mismos. En la prosperidad somos en su mayor parte extraños a nosotros mismos. Dios nos aflige, para que podamos conocernos mejor. Vemos esa corrupción en nuestros corazones, en el momento de la aflicción, que no creeríamos que estuviera allí. El agua en el vaso se ve transparente, pero si l