Cuando los discípulos vieron que Jesús expulsaba el espíritu maligno del epiléptico al que 'no podían curar', preguntaron al Maestro por la causa de su fracaso. Él les había dado 'poder y autoridad sobre todos los demonios, y para curar todas las enfermedades'. A menudo habían ejercido ese poder, y con alegría contaban cómo los demonios se les sometían. Pero ahora, mientras Él estaba en el monte, habían fracasado completamente. Se había demostrado que no había nada en la voluntad de Dios ni en la naturaleza del caso que hiciera imposible la liberación: a una orden de Cristo, el espíritu maligno había salido. Por su expresión: "¿Por qué no pudimos?", es evidente que lo habían deseado y procurado; probablemente habían usado el nombre del Maestro e invocado al espíritu maligno para que saliera. Sus esfuerzos habían sido vanos, y en presencia de la multitud, habían sido avergonzados. ¿Por qué no pudimos?
Bien podrían haber preguntado los discípulos: '¿Y por qué no pudimos creer? Nuestra fe ha expulsado demonios antes de esto: ¿por qué no hemos creído ahora? El Maestro procede a decirles antes de que pregunten: 'Esta clase no sale sino por el ayuno y la oración.' Así como la fe es lo más sencillo, también es el ejercicio más elevado de la vida espiritual, donde nuestro espíritu se entrega en perfecta receptividad al Espíritu de Dios y así se fortalece hasta su actividad más elevada. Esta fe depende enteramente del estado de lo espiritual; sólo cuando éste es fuerte y goza de plena salud, cuando el Espíritu de Dios tiene pleno dominio en nuestra vida, existe el poder de la fe para realizar sus poderosos actos. Y por eso Jesús añade: 'Pero ésta no sale sino por el ayuno y la oración'. La fe que puede vencer una resistencia tan obstinada como la que acaban de ver en este espíritu maligno, les dice Jesús, no es posible sino para los hombres que viven en muy estrecha comunión con Dios, y en muy especial separación del mundo-en oración y ayuno. Y así Él nos enseña dos lecciones con respecto a la oración de profunda importancia. Una, que la fe necesita una vida de oración para crecer y mantenerse fuerte. La otra, que la oración necesita del ayuno para su pleno y perfecto desarrollo.
La fe necesita una vida de oración para crecer plenamente. En todas las diferentes partes de la vida espiritual, hay una unión tan estrecha, una acción y una re-acción tan incesantes, que cada una puede ser a la vez causa y efecto. Así sucede con la fe. No puede haber verdadera oración sin fe; alguna medida de fe debe preceder a la oración. Y, sin embargo, la oración es también el camino hacia más fe; no puede haber grados más altos de fe si no es a través de mucha oración. Esta es la lección que Jesús enseña aquí. No hay nada que necesite crecer tanto como nuestra fe. 'Vuestra fe crece en gran manera', se dice de una Iglesia. Cuando Jesús pronunció las palabras: 'Conforme a vuestra fe os sea hecho', anunció la ley del reino, que nos dice que no todos tienen los mismos grados de fe, que no siempre la misma persona tiene el mismo grado, y que la medida de la fe debe determinar siempre la medida del poder y de la bendición. Si queremos saber dónde y cómo ha de crecer nuestra fe, el Maestro nos señala el trono de Dios. Es en la oración, en el ejercicio de la fe que tengo, en la comunión con el Dios vivo, que la fe puede crecer. La fe sólo puede vivir alimentándose de lo divino, de Dios mismo.
Es en la adoración de Dios, la espera en Él y por Él, el profundo silencio del alma que se rinde para que Dios se revele, que se desarrollará la capacidad de conocer y confiar en Dios. Es al tomar Su palabra del Libro Bendito, y llevársela a Sí mismo, pidiéndole que nos la diga con Su viva y amorosa voz, que vendrá el poder pleno para creer y recibir la palabra como la propia palabra de Dios para nosotros. Es en la oración, en el contacto vivo con Dios en la fe viva, que la fe, el poder de confiar en Dios, y en esa confianza, aceptar todo lo que Él dice, aceptar cada posibilidad que Él ha ofrecido a nuestra fe se hará fuerte en nosotros. Muchos cristianos no pueden entender lo que significa la mucha oración de la que a veces oyen hablar: no pueden formarse una idea, ni sienten la necesidad, de pasar horas con Dios. Pero lo que el Maestro dice, la experiencia de su pueblo lo ha confirmado: los hombres de fe fuerte son hombres de mucha oración.
Andrew Murray
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